martes, 25 de octubre de 2011

El problema con Dios


Siempre es un error separar nuestra consciencia de nuestras ideas de “Dios”. Jesús mismo dijo: “A aquel que conozca el Todo pero no se conozca a sí mismo, le falta todo”. Sea lo que fuere lo que creamos sobre Dios, estamos a sabiendas o sin saberlo, hablando de nosotros mismos, y con frecuencia es nuestra personalidad de supervivencia la que influye en lo que decimos. Si queremos un dios que nos sostenga en la batalla o en nuestra nacionalidad o en nuestra supremacía religiosa, inventamos un dios que legitima nuestra causa. Si queremos un dios que nos exonere y nos perdone, le abrimos el corazón a un dios que así lo hace. Si queremos un dios que esté a favor de la vida y de la elección, creamos este dios en nuestra mente. Y, una vez que hemos creado este dios, siempre construimos la evidencia o la doctrina que respalde nuestra creencia.

 Richard Moss

 (El Mandala del Ser)

domingo, 9 de octubre de 2011

“Yo y mi padre somos uno”


Recuerdo la primera vez en que vi a mi padre. No le vi como “mi” padre, porque en modo alguno era mío. Era un simple personaje de película interpretado por el Ser – o la Conciencia, que vienen a ser lo mismo-. Le vi con absoluta claridad. Vi lo que realmente había allí; vi más allá de la historia, más allá de la historia de padre e hijo, más allá de los deberías, de los no deberías, de los podrías tener y de la historia de que no era la persona que yo hubiera querido que fuese. Y es que, cuando todo aquello se desvaneció, cuando el pasado se tornó tan irrelevante Comcel futuro, sólo quedó frente a mí increíblemente inocente, un anciano, de cabello cano, con el rostro arrugado y manchas en las manos. Entonces se desvaneció, súbitamente todo intento de cambiarle, dejando tan sólo el agradecimiento.

Todo había sido muy inocente. Él era completamente inocente y yo era completamente inocente. Él no había sido, en modo alguno, mi padre, y yo había sido, en modo alguno, su hijo. Ésos no son más que roles que hasta entonces habíamos tomado erróneamente por la realidad. Los actores se habían identificado tanto con su rol que se habían olvidado de que no eran más que actores desempeñando sencillamente el papel de padre y el papel de hijo, y distorsionando así completamente la realidad.

Cuando, no obstante, la niebla se disipó y se abrieron las puertas de la percepción, solo quedó la pura simplicidad de lo que ocurría. Un anciano de cabello cano, sentado en una silla y tomando el desayuno. Nada que fuese especialmente “mío”. Ninguna sensación de posesión. Ninguna sensación de control o de falta de control. Un personaje sencillo, perfecto en sí mismo. Ahora entendía a qué se refería Jesús cuando dijo que “Yo y mi padre somos uno”.



En cierto modo se trataba de una muerte, de la muerte de la historia de mi padre y de la muerte también, en consecuencia, de la historia del hijo. Muerte del padre, muerte del hijo y muerte también de todo lo que hay entre nosotros. Muerte de los roles. Muerte de la pretensión, muerte de la fachada y muerte de las máscaras y de los juegos. Y, sin embargo, detrás de todas esas muertes queda el latido de la vida, porque nada real puede morir jamás.

Y no sólo la muerte del padre, sino también la muerte de la madre, de la hermana, del hermano, del amigo y del amante. Ésos no son más que roles provisionales que, por más útiles que resulten para movernos en este mundo, se interponen entre nosotros hasta acabar enmascarando la intimidad de lo que es.

Cuando nada es tuyo, todo es tuyo. Cuando nada es tuyo, no hay nada que pueda obstaculizar nada. Cuando nada es tuyo, el mundo estalla en pedazos. Entonces no hay, en el mundo, obstáculo alguno, y sólo queda una intimidad absoluta con otros yoes aparentes y con todo lo que emerge.

No hay nada, cuando desaparecen los roles de padre y de hijo, que puedan obstaculizar esta intimidad.

¡Qué extraordinaria intimidad me une a ese hombrecillo que está tomándose sus copos de maíz! ¡Es demasiado hermoso como para empezar a hablar de ello!

Jeff Foster

domingo, 13 de febrero de 2011

¿Quiere decir usted que a veces los sentimientos, como el sentimiento de compasión, pueden identificarse como viniendo del Uno?


Douglas Harding: Sí. Nosotros deberíamos tener humildad para ser un poco tradicionales aquí y darnos cuenta que durante dos mil años grandes santos han estado trabajando en esto, y la característica común de su descubrimiento es: «No soy yo, sino Cristo quien vive en mí». Pablo prosigue: «Yo estoy crucificado con Cristo». El padre Gerard Hughes, autor del libro, God of Surprises, dice: «Dios nos llamó para devenir Cristo». No Cristos, sino Cristo. Cuando extiendo mis brazos, veo el modelo de la Crucifixión. Nosotros estamos construidos para ese increíble modelo. Viva eso, sea eso, permítase sentir eso. Usted verá que el pequeño -tu imagen del espejo- reaparece sin cesar, que hace tentativas de invasión, y usted tiene que reconocerlo por lo que es. Y despacharle sin cesar, despacharle y despacharle adonde pertenece.

Douglas Harding

jueves, 10 de febrero de 2011

La Voluntad Suprema


“Hágase tu voluntad y no la mía”, suele decirse. Es una cita de las palabras de Jesús. Su significado es: que se cumpla la Voluntad Suprema y no mi deseo personal.
¿Cuál es la voluntad del silencio? Ser silencio. De eso se trata.

Furia del Lago

sábado, 5 de febrero de 2011

La Única Luz Verdadera que ilumina a todo hombre y mujer que viene al mundo


La historia del Antiguo Testamento, tan lejos de toda alegría, es ciertamente profunda. Y también lo es su secuela mucho más feliz del Nuevo Testamento. Aquí la promesa es que «mientras que en Adán morimos todos, así en Cristo todos seremos hechos vivos» –vivos en el Cristo Universal y Eterno que es la Única Cabeza del Cuerpo con sus innumerables miembros, la Única Luz Verdadera que ilumina a todo hombre y mujer que viene al mundo–.

Douglas Harding

viernes, 28 de enero de 2011

Todas las cosas son evidentes para el niño y para el pobre e iletrado


Sorprendentemente pocos Veedores han visto claramente esta multifacética supresión de lo dado, este radical y omnipenetrante autoengaño –equivalente a la ceguera o alucinación histérica– que la sociedad exige como precio para ser miembro de ella. Y por lo que yo sé casi nadie lo ha comprendido en detalle. Yo sospecho que Jesús lo comprendió. (A pesar de la incomprensión de sus discípulos, indicaciones de esto sobreviven en los evangelios. Por ejemplo, él parece haber enseñado que nosotros no entraremos en el reino hasta que, volviendo hacia nosotros la flecha de nuestra atención, seamos lo suficientemente humildes como para devenir como niños pequeños de nuevo, inocentes cuyo ojo es simple y cuyo cuerpo está disuelto en Luz). Huang-po resume así toda la cuestión: «El necio duda de lo que ve, no de lo que piensa; el sabio duda de lo que piensa, no de lo que ve». Él nos conmina: «Observa las
cosas como son, y no prestes atención a las demás gentes». Y William Blake, un verdadero Veedor, tiene estos pasajes: «El que duda de lo que ve nunca creerá, haz lo que te plazca». «No hay ningún límite a la luz en el seno del Hombre para siempre de eternidad en eternidad». «Jesús supone que todas las cosas son evidentes para el
niño y para el pobre e iletrado. Tal es el Evangelio».

Douglas Harding

miércoles, 19 de enero de 2011

Antonio Blay habla de Jesucristo


¿La mediación de Jesucristo es la función redentora?

Me estás pidiendo una interpretación que corresponde a la teología. Bien, yo creo que siempre hay unos seres que hacen un poco de puente, de intermediarios, o que son mensajeros, si lo prefieres, para los que están menos desarrollados y en este sentido supongo que la figura de Jesucristo puede verse como una figura gigantesca, inmensa, en esa función de puente, de delegación, como de una conciencia muy superior encarnada en un ser humano y que sirve de puente para el resto de la humanidad. Ahora bien, en mi opinión personal, esa divinidad todos la tenemos y todos la somos en el fondo. Sólo que él la vivía de un modo plenamente actualizado. Y nosotros somos aprendices en ello.

¿Podemos conectar con el aspecto divino en nosotros?

¡Claro! Todos somos el mismo amor, y eso es lo que dice el prólogo del evangelio de san Juan.

Antonio Blay

domingo, 2 de enero de 2011

Las palabras de Jesús no me parecieron huecas


















Durante toda mi vida había sido un completo ateo. La palabra “espiritualidad” –y con ella, me refiero a las brujas, duendes y demonios- no significaba, para mí, absolutamente nada, y la religión me parecía una solemne tontería. Pero recuerdo que fue precisamente entonces, cuando cogí una Biblia del cajón de la mesilla que había junto a la cama del hospital y, por vez primera, las palabras de Jesús no me parecieron huecas. No me parecieron un absurdo creado por el hombre sino que había, en ellas, algo sobre la Vida Eterna, algo sobre lo valiosa que es la vida y sobre… hummm, bueno, cómo decirlo…, algo sobre el más allá. Y aunque, por aquel entonces, no reconociese de qué se trataba, aquellas palabras despertaron en mí una resonancia muy profunda.
Yo no tuve la menor elección. Ahí comenzó realmente mi búsqueda espiritual. Tenía que descubrir qué era esa resonancia. Y tenía que descubrirlo “fuera de ahí”.

Jeff Foster

sábado, 1 de enero de 2011

El significado de un dibujo de Douglas Harding y Cristo


(En el dibujo se muestra una persona de pie con los brazos abiertos frente a su imagen en el espejo, Luis Granados).

Este dibujo que se muestra a la izquierda puede hacernos ver estos hechos llanos. Muestra una impresión bastante realista de lo que es la crucifixión en el fin del mundo, de cómo se ve el mundo para el crucificado. He aquí nuestro recordatorio soberano de lo que cuesta ser hecho a imagen de Dios. «Yo estoy crucificado con Cristo», dice San Pablo, «yo vivo. Pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí». Quien yo soy realmente, justo aquí, no es otro que el Uno que es el amor mismo. No hay que sorprenderse, entonces, de que no haya ninguna cura para mi angustia personal hasta que la asimile y asuma la angustia de Su mundo.

Douglas Harding