miércoles, 14 de julio de 2010

Un Jesús para nuestro tiempo 2ª parte
















El Evangelio comienza con un aviso, un reto y una enorme promesa. El aviso es que estos dichos de Jesús no son solo para leerlos. Hay que hacer un trabajo con ellos. Su significación no está en su superficie, su secreto tiene que ser penetrado y expuesto. El reto es persistir en este trabajo hasta que el significado secreto ya no sea secreto, sino evidente. Y la recompensa por hacer este descubrimiento es nada menos que la vida y el reino eterno.

Animados así, emprendamos el trabajo al momento. Si somos serios, al instante tendremos que hacer frente a algunas cuestiones prácticas sobre cómo proceder —cuestiones de dónde y cómo y qué. ¿Exactamente dónde tenemos que buscar esta buena nueva, este tesoro de tesoros? ¿Exactamente cómo lo buscaremos, con qué espíritu dirigiremos esta prometedora búsqueda? ¿Por qué signos la reconoceremos cuando la hayamos encontrado?

Felizmente nuestro Evangelio mismo responde a estas cuestiones de procedimiento para nosotros. Nos da un manojo de llaves para abrir el tesoro.

Tomemos primero la cuestión de dónde ha de ser encontrada la verdad salvadora, el secreto de los secretos. La respuesta no deja lugar para la duda. El reino —el lugar de la Vida, del Conocimiento, del Reposo —no está encima o más allá o debajo. Está dentro. Está justamente donde yo estoy en este momento, más cerca de mí que mí mismo, más cerca que todo lo demás. Es el Hogar que nunca he dejado realmente, el foco y punto medio de lo que es a la vez mi mundo y el mundo, siempre aquí y nunca ahí. Lo cual solo puede significar que todos los libros —incluyendo, por supuesto el que usted está leyendo ahora, y ciertamente el Evangelio según Tomás mismo— están literalmente fuera del punto al menos unos veinte centímetros. Ahí fuera, no tienen ningún valor excepto como señaladores a su Lector, el único que está a cero metros de sí mismo. En efecto, Jesús insiste en que usted vuelva su atención 180 grados y mire simultáneamente a lo que usted está mirando y a desde donde usted está mirando. Es tan simple como eso, y tan fácil como parpadear, con solo que dejemos de pretender que es complicado y difícil y reservado para gente muy especial. Quienquiera que usted sea y justamente como usted es, es aquí y solo aquí, donde usted encontrará la perla, el Tesoro enterrado, lo Sin muerte, el Reino que es suyo propio. Aquí en el Centro, usted es la llave, usted es el secreto de estos dichos de Jesús.

Douglas Harding

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